Museo Municipal de Lalín contará con la exposición del pintor vigués Diego de Giráldez
Importante exposición en el Museo
Municipal de Lalín “Ramón María Aller”.
A finales de este mes de Octubre,
27 años después, el Museo Municipal de Lalín contará de nuevo con la presencia,
en otra exposición, del artista Diego de Giráldez.
Redacción/ Deza-Tabeirós-Montes
A finales de este mes de octubre de 2017, el Museo de Lalín cumple sus primeros 27
años de vida expositiva. Fue en 1990, cuando el pintor Diego de Giráldez
realizó la primera exposición que se colgó en este museo, una exposición que
contó con obras de gran formato, un catálogo de importancia y la asistencia,
además de distintas personalidades y ciudadanos en general, de un buen número
de chicos y chicas de los institutos de la zona invitados por el que era alcalde
de Lalín y presidente de la Diputación Provincial de Pontevedra, Xosé Cuiña Crespo –que poco después fue
reclamado por Manuel Fraga Iribarne para formar parte de su primer gobierno en
la Xunta de Galicia-, desde entonces el museo ha sido toda una referencia para
los lalinenses y visitantes de distintas partes que se acercan por estas
tierras del Deza.
Para celebrar esta efeméride, el Concello quiere poner en
relieve de la manera más espectacular el gran acervo cultural del Museo
mediante una interesante exposición que se celebrará a finales de este mes de
Octubre, para ello han querido contar con el mismo e importante artista
gallego/vigués, que 27 años después volverá a colgar su obra.
El Museo Municipal de Lalín aunque fue inaugurado el día 30
de noviembre de 1989, cuando se adaptó a este fin el antiguo edificio que
perteneció al sacerdote y astrónomo Ramón Mª Aller Ulloa del cual recoge su
nombre, fue en 1990 cuando albergó su primera exposición realizada por el nombrado
artista universal, Diego de Giráldez.
Hoy, otro Cuiña, Rafael Cuíña Aparicio, es alcalde de la
modélica villa de Lalín y la programación oficial de esta efeméride la realiza
su gobierno municipal y la dirección del museo, con el artista que realizó su
primera exposición – la cual se viene programando desde hace 2 años, para el 25
aniversario-, tratando de reforzar la marca Lalín, como hacía su padre, Xosé
Cuiña, impulsando la cultura en general y el arte en particular para que se unan
a su importante gastronomía y a los demás eventos lúdicos y educativos que
hacen que Lalín siga siendo una villa digna de ser visitada.
Sobre el artista nos decía el crítico de arte y miembro de
la Real Academia Gallega de Bellas Artes,
Francisco de Pablos, en los finales de
los años 70, que es: “Inconfundible la obra de este pintor, hiperrealista y sin
embargo con frecuencia onírico. Hijo de un marino y una emprendedora, vive su
infancia en la villa natal, en un ámbito casi campesino. A los 8 años su
familia se traslada a Vigo y se instala en la calle Real, de peculiar arquitectura
decimonónica, entre la Colegiata neoclásica y el barrio marinero del Berbés.
Diego queda huérfano de padre un año antes, y ya se interesa por el dibujo y la
pintura. Su madre alienta esta vocación y lo lleva a Madrid para visitar el
Museo del Prado nuevamente, puesto que ya lo había visitado cuando vivía su
progenitor. El niño devora libros de medicina, especialmente de anatomía. Y
trabaja con pasteles, carboncillo y oleo, deseando dominar la técnica, que
llega a ser en él pasión casi enfermiza.
Su primera exposición la realiza en Vigo, en 1975, con éxito
sorprendente. Salta a Cataluña y allí se confirma su acogida. Repite
incansablemente exposiciones en toda España, hasta el punto de que no debe
quedar ciudad o villa importante donde no haya mostrado su obra. Viaja por
Europa y pasa larguísimas jornadas en los museos. Llega a conocer a fondo a
Velázquez, Zurbarán, Goya. Su obra es seleccionada para la muestra colectiva
denominada «Maestros del realismo español de la vanguardia». Expone en el extranjero,
sorprendiendo siempre la peculiar actitud plástica que adopta, con verismo
impresionante en sus representaciones, en las que, sin embargo, hay una
fantasía evidente y un inquietante misterio implícito.
De Suiza a Portugal su obra gana prestigio. La elogia el
gran crítico, prematuramente muerto, Santiago Amón. La adquieren museos de
España y del extranjero. En cierto modo, es único, irrepetible, su peculiar
modo de utilizar el pastel mezclado con el óleo en barra. Giráldez es un
realista diferente. Cuando representa un objeto, cualquier cachivache doméstico
-un vaso, un huevo- su representación lo separa
del mundo común para mayusculizarlo y ser únicamente él, El Huevo, El Vaso, el
Excelentísimo Señor Huevo humilde y magnificado.
Sus cuadros religiosos representan un mundo diferente,
táctil, obsesionante. Sus gallos muertos parecen vivir en una imaginaria
taxidermia. La deliberada desproporción entre los objetos representados nos
conduce a un surrealismo también peculiar. Desde la máxima exactitud
referencial, la pintura de Diego de Giráldez es inquietante, capaz de conmover
al espíritu menos sensible”.
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